La educación artística en Colombia no inicia en la formación universitaria, comienza en la primera infancia. Comienza en las casas cuando se le enseña a los niños a no salirse de la “línea” y en el colegio cuando le explican a los padres que la educación en artes es crucial para la motricidad fina. Desde ese punto incipiente se generan ideas sesgadas en donde el arte cumple una función meramente estética; donde no se contempla como un proceso de pensamiento y de expansión del conocimiento.
Este laboratorio fue el espacio de discusión en torno al papel fundamental que tiene la educación artística al crear imaginarios que la mayoría de los colombianos tienen sobre el arte: pensado como disciplina lejana a la experiencia y a la experimentación.